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miércoles, 12 de enero de 2022

Vísperas

 

El hacha tiembla en su mano mientras está ahí, a las orillas del campo de batalla. Intenta controlarlo, pero no puede, y se maldice, ¿No es eso con lo que soñó toda la vida? ¿Con pelear y demostrar su valor? ¿No es para lo que ha entrenado? Entonces…¿Por qué ahora, en vísperas de una lucha importante se siente así?.

            No se siente como el joven valiente adornado con cicatrices de cacerías y entrenamientos que es, es como si su cota de malla y su adorada hacha, que ha blandido ya en mil escaramuzas menores, le fueran ajenas, pero ¿Por qué?. Mira a su alrededor: guerreros imponentes, ataviados con anillos, cascos y pieles, espadas brillantes, músculos abultados…¿Quién es él a su lado, con unos cuantos tatuajes y muchos sueños en sus brazos?

            Podría huir aún, nadie lo notaría, nadie lo extrañaría, no cambiaría nada, pero sabe que se odiaría a sí mismo, que escupiría sobre su cobardía. Podría regresar y encontrarse con su amiga de la infancia, la que soñaba en casarse con él, pasar una vida sencilla, de granjero cualquiera, a su lado, arreando vacas, criando hijos, y nadie se lo reclamaría aún: buena mujer, buenas tierras, es un buen destino. Y aún así, sabe que no es lo suyo, que sería marchitarse lentamente junto al fogón viendo como sus sueños se asfixian en el humo del hogar.

            Quizás por eso no se ha ido, porque el instinto de la batalla lo seduce a la vez que lo aleja, porque teme perder los brazos, al dolor, teme caer…pero sabe que teme más irse tullendo por la edad en una granja, encerrado en la tierra, en vez de lanzarse al mar, de besar al viento y la sangre.

            Sabe que sus compañeros pueden ser más capaces, y aún así elige quedarse, porque los admira, porque si va a caer, quiere hacerlo en pelea, grita junto a los demás y ajusta la correa del arma a su muñeca, tiembla aún, inseguro de qué puede cambiar, pero decide igual lanzarse cuando se da la orden de lucha, si va a morir, si va a romperse la cabeza, que así sea, pero que al menos se cante una buena historia en su honor.

           

 

miércoles, 8 de septiembre de 2021

 Todo está tirado,

fragmentos de tu vida,

que piensas mañana arreglar.

Pero mañana nunca llega,

la tierra se ha tragado al sol.


Aullaron las sirenas,

la voz de las almas adoloridas.

La tierra se mueve y se quiebra.

Huesos de piedra fracturados.


Grietas hambrientas devoran

casas, sueños, amores.

Si no le sacrifican sangre,

ella cazará corazones.


Se retuerce cual látigo

desgarrando tu paz, tu calma.

Luces en el cielo,

destellos que son todo y tú, nada.


Bestia antigua, madre intransigente,

sangrantes nos arroja a su seno.

Un minuto rasgado en eternidad.

Se traga al sol, se traga la vida.

martes, 11 de mayo de 2021

Reconquista

 ¿Que si te extraño?

Claro que...no sé,

sí pero no, y eso es bueno.


Te recuerdo seguido,

más en estos días,

donde se rompe la normalidad,

los que volvimos nuestros.


El encanto del paseo y el viento frío,

tus besos y abrazos fuertes,

las calaveras e historias,

tu mirada y presencia.


No lo niego, no es sencillo,

pasar y recordar, y llorar,

pero, aún entre lágrimas,

hay un suave dejo de libertad.


De saber que ya no reprimo

el ansia de tomar tu mano,

el sueño de ambos disfrazarnos,

sin ti, no hay más nebulosos "nosotros".


Y, aunque sea un tanto amargo,

prefiero el fresco aire de ligereza,

porque poco a poco,

me devuelve fuerza y a mí.


Y es que, ¿sabes?

Estos días también fueron míos,

aún antes de ti,

aún después de ti.


Ésta es también mi temporada,

el regalo que tomo del año

para mí sola, aroma a cempasuchil,

mis días especiales.


Sí, los compartimos juntos,

pero ahora los reclamo.

Sí, te amé mucho, hasta perderme,

pero ahora me reencuentro.


Tomo el beso helado de estas fiestas,

que ya han sido mías,

que ya han sido tuyas,

reclamo de vuelta mi señorío.


Éste es mi tiempo también,

éstas son mis fiestas,

y, aunque suene pueril,

a través de ellas, me reconquisto.

lunes, 5 de abril de 2021

 Soy los restos de una casa incendiada,

aún humeantes, aún con montones de ceniza

y aroma de tiempos pasados.


Tengo gusanos en los ojos,

larvas que los corroen y los devoran,

¡A mis ojos! ¡La parte que más me gusta de mí!


Soy una herida mal curada, cubierta a medias, 

ansiosa de volver al fragor de la batalla,

y putrefacta por descuido.


Soy Ícaro, volé demasiado alto,

quise besar al sol que decía me amaba,

y ardí, caí, volví a intentar alcanzarlo,

y volví a arder en el mar.


Soy todo eso, desastre, dolor, llanto,

y aún así, entre las ruinas he encontrado algo:

cariño, compañía, apoyo y fe entre otros.

Y si sigo, es porque están a mi lado.

miércoles, 1 de julio de 2015

Al despertar

Las notas del caracol rasgan la suave niebla matinal que flota sobre el lago de Texcoco, los rayos de sol se comienzan a asomar tímidamente sobre el este y, lenta y suavemente, como una caricia sobre la piel de la amante, iluminan la ciudad de Tenochtitlan.

No puedo menos que sonreír y estirarme mientras contemplo el panorama que se extiende frente a mí; pues aunque la mañana late llena de vida, frente a la luz naciente la muerte se revela cruda y desnuda en todo su esplendor: la calzada de Tlacopan que anoche fue campo de batalla hoy se encuentra sembrada de los cadáveres de los caídos, y, para gloria del Colibrí Zurdo, la mayoría de ellos son españoles y tlaxcaltecas.

¡Ah, que lástima por ellos!  Es la mañana perfecta para sentirse vivo; nada como el toque helado del agua limpiando la piel tras la carnicería de la batalla. Y es que ¡Míralos!, si no fuera por los muertos, nadie imaginaría el caos que se desató anoche, bajo la lluvia, cuando la señal de alarma cruzó los cielos como una flecha al vuelo avisándonos de la huida de nuestros enemigos.

¡Pobres ingenuos! Pensaron que podían esconderse de nosotros, refugiarse de nuestra ira. Aún ahora puedo volver a escuchar los cascos de sus bestias sobre la calzada, imagino sus caras tensas y su hedor a miedo, atentos al menor sonido mientras marchaban intentando pasar desapercibidos arropados en la oscuridad del Señor de la Noche para escabullirse como unos ladrones cualquiera.
Pero cometieron un error, olvidaron que esta es nuestra tierra, y que el Señor del Viento Nocturno está de nuestro lado: una anciana que había ido por agua los vio, todos cargados de los tesoros de los que no se deseaban desprender, y dio la alarma. En aquel momento se desató la locura y abrió sus pétalos la roja flor de la guerra.

Fue intensa, fue fúrica: los españoles y los perros de sus aliados peleaban con frenesí buscando salvar sus vidas. Sangre, sudor, maldiciones, gritos y el golpe sordo de las armas al cortar llenaron el ambiente; sus caballos espantados se resbalaban arrastrando a sus jinetes en la caída; de nada les sirvieron su dios y su madre: su codicia era más grande que ellos y varios murieron en el lago, arrastrados al fondo por el oro robado que llevaban pegado al cuerpo
.
¡Ah como deben de haber gozado los dioses! Aquello fue una masacre; los dardos y flechas perforando los cuerpos, los filos de la macuahuitl mordiendo la carne; valientes que morían gloriosamente en la batalla  y cobardes que buscaban huir gritando.

No todo fue perfecto, no logramos capturar a Cortés; varias veces estuvo a merced de la muerte, de ser atrapado, y todas esas mismas veces escapó. Se reunió con los restos de su ejército allá por el rumbo de Popotla, donde dicen que un ahuehuete lo vio llorar su pesar.


Pero ya todo eso pasó, hoy llegó la mañana, y con ella el limpiar de las heridas y reposar un poco el cuerpo, tomar nuevas fuerzas y reparar nuestras armas. Y es que, viendo a las aves cruzar el cielo risueño y sintiendo el aroma de los tules envueltos aún en el rocío matinal, no puedo evitar una sonrisa: todos ellos son para mí la promesa de que vamos a triunfar; ya que, bien dicen que, mientras exista el mundo, no perecerá la fama y la gloria de México-Tenochtitlan.

sábado, 27 de junio de 2015

Sueños

Después de un rato de duda, finalmente habló:
-¿Sabes? Los sueños vienen por mí- volteó a verme con el miedo reflejado en sus grandes ojos marrón.
-Será que tienes sueño más bien, ¿no?
-No....no es lo mismo, aquí los escucho....como si estuviera pensando diálogos dentro de mi cabeza y de pronto se subiera el volumen, y cuando menos me doy cuenta, ya estoy con los que hablan en mi mente...soñando; quieren que me quede con ellos.
-Estás loca, ya vete a dormir, es lo que necesitas- le solté mientras salía del cuarto sin mirar atrás...quizás porque sabía lo que pasaría a la mañana siguiente y no lo quisiera ver: la encontraría dormida, para siempre, pues los sueños habían venido por ella y se la habían llevado para jamás devolverla.

Frío

¿Sabe doctor? Tengo frío, pero no de ese provocado por vientos helados, no, este viene de adentro, como si unos dedos gélidos me aferraran el corazón y lo vaciaran.

Es una sensación que me acompaña desde mi adolescencia y que temo que un día, me mate, me termine por helar de dentro hacia afuera, quien sabe, podría ser incluso que ese día fuera hoy.

Y es que...¿sabe? Ya nada me calienta; ni las mantas, ni la bebida caliente....ni siquiera un sentimiento como la esperanza....ah, ¿me ve tiritar doctor? Sí, en realidad...vine a despedirme. 
Mire, mis labios ya son morados, y mis uñas azules, no me queda más que rendirme a esta suprema frialdad, aceptar mi destino y quedarme inmóvil, dejando que este hielo interno termine al fin de matarme.