Nos quisimos, ¿No es cierto?
Y durante ese tiempo
tú fuiste mi valiente guerrero,
y yo tu dama fiel.
Pero giró la rueda,
la vida cambió,
y tú encontraste cielo
en los ojos de otra mujer.
Aún así nos mantenemos,
uno al lado del otro;
los escudos en alto protegiendo al compañero,
las armas listas contra aquel que te busque lastimar.
A pesar de todo esto,
y de mis esfuerzos por curar,
te veo, te escucho y no puedo evitarlo;
mi corazón vuelve a sangrar.
Quiero creerte feliz,
aunque lejos de mí estés,
quiero pensarte libre
y no con gente que te intente capturar.
Más no importa toda la filosofía,
ni la resignación o aceptación
con las que a diario limpio mis heridas,
ni todos los obstáculos: no puedo dejarte de amar.
¿Qué puedo ofrecerte, hechicero,
que no te ofrezcan ya?
¿Cómo te invoco a mi lado
sin obligar tu voluntad?
Me conoces a mí y a mis mundos,
sin grandiosas aventuras;
la única que puedo ofrecerte
es una que hagamos juntos.
Tú y yo frente al mundo,
desafiando peligros y forjando memorias,
tejiendo entre los dos una leyenda,
una oda sin par.