Te doy mis
brazos, mis labios,
son tuyos
por este momento congelado de eternidad,
te doy mis
abrazos y unos besos,
para que
los coloques donde prefieras.
Te doy mi
mente para que la visites,
y mis
intentos de escritos,
porque son
la expresión de mi alma,
pensamientos
hechos palabras.
Te doy mis
alegrías,
pero
también mis tristezas,
no para que
las cures,
sino porque
también me conforman.
Son tuyas
tanto mis caderas
como mis
temores y valentías.
Los sueños
hilados en luz de estrellas
y las
lágrimas vertidas a las nubes.
Son tuyos,
en fin, en tanto que te los ofrezco,
te los doy
no por otra causa,
más que
porque me conforman,
porque me
han hecho quién soy,
y esa es la
persona que te ofrezco.