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lunes, 19 de marzo de 2012

No construyas una vida conmigo
sin antes tenerme en cuenta,
pues cada uno tiene sus manías,
cada quien sus certezas.

No soy tuya aún, ni de nadie,
soy libre, no quieras atarme.
No renuncies a tus sueños
sólo por embarcarte en mi mirada.

No esperes demasiado
en estos inicios tan rápidos,
tenme paciencia, soy lenta,
y la velocidad me atemoriza.

No soy tuya, recuerda,
lo siento si te lastimo, 
pero por lo pronto,
sólo soy del viento.

martes, 13 de marzo de 2012

Soñando

¿Puedo soñar contigo?

Temo que te molestes
al descubrir que en mis sueños estás,
al saber que tu voz en la noche
me habrá de arrullar.

¿Puedo soñar contigo?

Y es que te sueño con tanta fuerza
Que pienso lo has de percibir.
Me parece increíble
El que no lo hayas notado aún.

Déjame soñar contigo,
Así mi alma encuentra tranquilidad.
¿Puedo soñar contigo?
No me quites mi deliciosa ilusión.

Hermosos sueños son,
Frágiles cual cristal,
Que reflejan el anhelo
De poder junto a tí estar.

Son dulces fantasías,
Inocentes boberías
Que me elevan a las nubes
Donde todo es felicidad.

¿Puedo soñar contigo?
Es la única forma en que te puedo tener.
Déjame soñar contigo
O convierte mis sueños en realidad.

sábado, 3 de marzo de 2012

El fantasma

Era el mismo sueño, siempre igual, noche tras noche; comenzaba con aquellos ruidos que parecían acercarse desde el sur, donde se encontraban las ruinas de aquel maldito templo. "Tris-tris", sabía que era ese sonido, eran cascabeles que sonaban a cada paso de su visitante. Pero hoy no, esta noche sería diferente.

En el silencio de la noche novohispana, abrigado en la obscuridad de las casas de piedra, el poderoso conquistador arrebujado en sus cobijas hacía lo posible por no dormir. Paseaba la mirada por los muebles de su habitación, entre los contornos de las riquezas ahí acumuladas, en el cuerpo de la mujer que dormía plácidamente a su lado y en la virgen que lo observaba desde el frente de su cama con sus ojos de vidrio.

No sabía cuánto tiempo llevaría así cuando escuchó ese ruido sobreponiéndose a las campanadas de la iglesia: los cascabeles de nuevo.  Asustado se pellizcó los brazos "No puede ser, no estoy dormido" se dijo para ahuyentar lo que creía era una pesadilla, pero era en vano, los pasos se oían cada vez más cerca pero sin perder su ritmo pausado. Sacudió a su mujer para preguntarle si ella también lo escuchaba, pero no despertó, parecía sumida en un trance; se persignó, pidiéndole ayuda al Señor, y entonces una risa sin alegría perforó la noche:

-Es inútil que llames a tu dios, Malinche.-Cortés volvió la vista hacia donde provenía la voz que lo torturaba desde la caída de Tenochtitlan llamándolo con el sobrenombre de malinche que le pusieron los indios: ahí, justo a su lado, rodeado de una luz fantasmal, se encontraba un guerrero azteca. Su cuerpo estaba pintado de franjas negras medio corridas por el sudor, llevaba el taparrabos sucio de sangre y polvo, en los tobillos portaba tiras de cascabeles y en la cabeza un casco algo roto imitando la testa de un águila; lucía en el pecho una herida aún sangrante a la altura del corazón, pero no era nada de eso lo que lo hacía tan terrible, ni el escudo emplumado o la macuahuitl de mortales filos. Eran sus ojos, profundos, penetrantes e hirientes cuales cuchillos de obsidiana, y volvió a hablar:

-No te acuerdas de mí, ¿Verdad? No importa, solo fui uno más de los que mataste en tu camino…pero eso qué más da, es normal…-el aludido no podía hablar, la lengua se le había pegado al paladar.- lo que no es normal ni está bien es lo que le hiciste a mi pueblo, destruirlo así, violar a sus mujercitas, humillar a mis hermanos, obligarlos a esconder sus lealtad a mis dioses y derribarlos.- El fantasma acercó su cara a la de Cortés y le susurró con el odio impregnado en cada palabra:

-Yo sé que no te importa, y que ganaste la guerra, pero escúchame Malinche, tarde o temprano morirás, y a dónde quiera que vaya tu alma, ahí te veré. Y te haré sufrir, cortaré tus miembros uno a uno, y gritarás tan fuerte cómo puede gritar un alma, te lo juro por mi señor Huitzilopochtli, el terrible.- La aparición se alejó sin dejar de mirarlo hasta fundirse en las sombras, y Cortés recobró el habla, el tiempo volvió a fluir como si nada. Intentando tranquilizarse se asomó a la ventana por donde se veía la ciudad dormida. "Fue un sueño", se dijo, "Esos indios incultos no hablaban mi lengua, no hay forma en que me pudieran amenazar ahora, a mí, Hernán Cortés, su conquistador. Fue un sueño, nada más que un ridículo sueño." Y allá en el cielo, los antiguos dioses que lo escuchaban se rieron de él, porque sabían cuál era la verdad.