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viernes, 9 de noviembre de 2012

Charro Negro



"-Y del Charro Negro, ¿No se sabe alguna leyenda?- se hizo un silencio en el pequeño cuarto donde se encontraba la ofrenda como si los ahí reunidos hicieran memoria, finalmente la hija mayor de Doña Catalina, la dueña de la casa, habló:
-Pues se aparecía por allá por El Pinar, ¿No?- volteó a ver a su madre, quien arrebujada del frío en su rebozo confirmó la información con un movimiento de cabeza- cuando estaban haciendo la carretera, un día él bajó del monte, en su caballo y vestido de negro, y le dijo al ingeniero en jefe: "¿Qué pasó amigo? ¿Que andan haciendo?", este le respondió: "Pues construyendo la carretera". "Bueno" dijo el Charro, "Nada más no pasen de aquí" dijo mientras señalaba un punto en el suelo, "Pero, los planos dicen que ahí va", "Háganle como quieran, pero no pasen de aquí", una vez dicho esto el Charro dio la vuelta a su caballo y se fue. Esto pasó otros dos días, al tercero, el Charro dijo "Bueno, pueden construir aquí siempre y cuando me den tres cargas de almas", ahí fue cuando el ingeniero se dio cuenta de que algo estaba mal y respondió "No, no me puedo comprometer a eso", "Pues ya saben, tres cargas o nada"....Acabaron con la carretera, pero solo atravesó un cachitito de donde el Charro había prohibido..."- nos quedamos unos minutos en silencio viendo al humo del copal elevarse en el aire.
-El Charro Negro es malo- dijo Doña Catalina con la seguridad de quien dice que el cielo está sobre nosotros mientras su mirada se perdía entre los panes y frutas de la ofrenda como viendo momentos perdidos en el tiempo..."

El Charro Negro es todo un personaje aquí en México, en todo el país se cuentan leyendas sobre él, y la mejor definición que he escuchado de él es "Es un cabrón" (tanto en el buen como en el mal sentido); la historia de arriba me la contaron el fin de semana pasado en prácticas...y también de esa práctica es el dibujo, hecho en mi libreta de campo.

domingo, 4 de noviembre de 2012

Perdida

Estoy cansada de buscar,
de intentar encontrar las palabras
para plasmar en letras y acordes
mis fugaces sentimientos,

Me he hartado de mirarme
una y mil veces en el espejo
sin ser capaz de distinguir aún
alguna figura definida.

De solo ver en el cristal
torbellinos de colores
y brumas espesas
enroscándose entre sí.

Y ante este caos de imágenes,
mis demonios se rebelan, 
quieren emerger,
surgir destrozando todo a su paso.

Estaba perdida, lo sé,
o quizás sólo en transición;
pero aún no me he encontrado,
sigo navegando dando tumbos.

Mientras mi navío sigue en andrajos
siento los vientos del cambio,
¿Me romperán? ¿Me quebrarán?
¿Destrozarán acaso el ser que soy?

No veo ya, no distingo,
no reconozco ni triunfos ni capacidades
por temor a que me esclavicen
las cadenas de mi soberbia, mis vanidades ocultas.

Necesito en que confiar,
volver a ver claramente mi estrella polar,
mi guía, mi rumbo a los sueños,
mi ancla y mi vela para poder los vientos aprovechar.